Taylor
Eso fue exactamente lo que me sucedió a mí. Yo no sé en qué estaba pensando. No tenía tan siquiera ningún asunto que buscar en ese bar. Yo debí estar en mi apartamento, figurándome cómo iba a encontrar trabajo antes de que mis menguantes ahorros en mi cuenta se acabasen. Yo debí estar figurándome cómo iba a pagar la deuda de mi préstamo estudiantil.
Pero en vez de eso yo estaba sentada en la barra de un oscuro bar en la zona baja del Este, esperando a que una amiga mía apareciese.
El taburete de al lado mío rechinó contra el piso. Y hasta antes de que yo voltease pude sentir una fuerte energía masculina envolviéndome a todo mi alrededor. Cuando me di vuelta, quede boquiabierta. Mi lengua se me pegó al cielo de la boca. Parpadee varias veces. Los tatuajes le recubrían sus marcados músculos. Unos ojos verdes ardían con deseo en su guapa cara biselada. Todo lo de él exudaba masculinidad, seguridad y peligrosidad… mucha, mucha peligrosidad… Pero aun así, no tenía idea de en lo que me estaba metiendo. Más ahora que estamos juntos, no voy a permitir que nada nos separe. Ni siquiera la muerte.
Dante
La Hermandad no me envió a Manhattan para que me enamorase. Este sentimiento me caga del miedo. Yo jamás me había tomado las relaciones con las mujeres muy en serio. Ellas todo o que habían sido para mí (y también para todos los tipos de la Hermandad) cosas para jugar, objetos sexuales. Con Taylor todo parece diferente. Ella no toma mi muy lejano a limpio pasado en contra mío. Ella no tan solo se embelesa con mis músculos y tatuajes, aunque sí está claramente impresionada con ellos. Ella realmente me escucha cuando hablo. Esto es completamente diferente a lo que yo había experimentado con otra mujer. Y esto me caga del miedo…
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